La artrosis u osteoartritis (OA), enfermedad articular más común, se caracteriza por la pérdida del cartílago articular, remodelación del hueso subcondral, formación de osteofitos, laxitud ligamentosa, debilitamiento de los músculos periarticulares y engrosamiento de la cápsula articular.1,2 Parece ser la patología musculo-esquelética más frecuente, la cual afecta aproximadamente al 10% de la población mundial mayor de 60 años,1 constituyendo la segunda causa de discapacidad después de las enfermedades cardiovasculares.3,4
Asimismo, se trata de una enfermedad progresiva o crónica y a menudo debilitante, la cual crea una gran carga social y económica, dando lugar a consecuencias físicas y psicológicas significativas para la persona que la sufre.2
Hay una fuerte evidencia acerca de la asociación existente entre una previa lesión e inestabilidad de la articulación resultante, con el posterior desarrollo de la artrosis.5-8 Este proceso, conocido comúnmente como osteoartriris postraumática, es más frecuente en poblaciones que realicen gran actividad, tales como atletas de élite o personal militar.9,10 Así pues, se estima que más del 40% de los individuos con afectación ligamentosa, meniscal o lesiones superficiales articulares, desarrollará dicha patología.5
Los factores de riesgo que influyen en la OA, difieren según la articulación afectada. Dentro de ellos, podemos destacar la genética, el sexo femenino, los traumatismos, la edad avanzada y la obesidad.11
Las articulaciones más comúnmente afectadas son las manos, rodillas, caderas y columna vertebral, aunque prácticamente cualquier articulación puede estar involucrada. La osteoartritis es a menudo asimétrica. Por lo tanto, un paciente puede tener una gran osteoartritis debilitante de rodilla con una función casi normal de la pierna opuesta.12,13
La artrosis es una patología idiopática y multifactorial, clasificada en primaria y secundaria. La primera de ellas se caracteriza, en la mayor parte de los casos, por la ausencia de causas o factores predisponentes evidentes. Sin embargo, la artrosis secundaria se origina como complicación de otros trastornos articulares, principalmente enfermedades inflamatorias articulares (artritis https://www.fisiosite.com/patologias-tratamientos-fisioterapia-listado/artritis reumatoide), malformaciones congénitas articulares, traumatismos articulares, necrosis avascular del hueso, fracturas y lesiones ligamentosas, intervenciones quirúrgicas previas, acromegalia, mucopolisacáridos y obesidad, entre otros. Por tanto, cualquier enfermedad en la articulación o próxima a ella pueden inducir a una artrosis secundaria.14
La clasificación de dicha patología, se ha realizado en función de sus principales mecanismos fisiopatológicos subyacentes,15 las características más significativas de los pacientes,16 la fase de la enfermedad,17 las articulaciones que intervienen,18,19 y el grado de inflamación que presentan los sujetos que la padecen. Sin embargo, existen numerosos factores que influyen en la artrosis haciendo difícil la clasificación de sus pacientes.20
Además de la pérdida de cartílago articular como causa principal de dicha enfermedad, se produce una combinación de cambios celulares y ciertas tensiones en la biomecánica de la articulación, así como una serie de cambios secundarios que incluyen la remodelación del hueso subcondral, el desarrollo de lesiones en la medula ósea, la formación de osteofitos, cambios en la sinovial, en la cápsula articular, en los ligamentos y músculos, y roturas de meniscos y extrusiones.21-26
A pesar de que existe una gran relación entre el incremento de incidencia de la artrosis con la edad, no se trata de una enfermedad producida como consecuencia inevitable del envejecimiento, sino que este aumenta el riesgo de padecerla.1
La artrosis es una enfermedad heterogénea con diversos factores patógenos, compuesta por diferentes fenotipos que evoluciona constantemente, dando lugar, en ocasiones, a manifestaciones clínicas y radiológicas comunes.27 Dentro de estas manifestaciones clínicas, deben destacarse síntomas tales como el dolor, la limitación funcional y la rigidez.14
El dolor característico de los pacientes que sufren artrosis se incrementa con el movimiento o al soportar cargas, viéndose limitada así la propia articulación. Por otra parte, presentan una rigidez progresiva con pérdida paulatina de la movilidad tanto activa como pasiva, provocando a su vez impotencia funcional, la cual se acentúa a medida que la enfermedad evoluciona. Asimismo, cabe destacar tanto la deformidad generada por la alteración de los ejes de carga articulares, la inestabilidad ligamentosa o la destrucción de la articulación, como la hinchazón debida al derrame sinovial, el cual es más común en cuadros de artritis. Debido al efecto de los osteofitos, puede encontrarse también un edema visible en los márgenes de la articulación.28
La principal afectación de la artrosis se produce a nivel del cartílago, el hueso, la cápsula articular y la sinovial, pudiendo producir efectos secundarios en el músculo.1,2
Presenta además, dos estadios en función de la evolución de la enfermedad, destacando así, un estadio precoz y un estadio tardío. El primero de ellos está caracterizado por la inflamación que se traduce en la rigidez y el dolor articular, así como el engrosamiento de la sinovial y la cápsula articular junto con la erosión y la destrucción del cartílago articular. Por su parte, el estadio tardío está determinado por la presencia de osteofitos alrededor de la articulación dañada, el engrosamiento reactivo de la cápsula articular y la sinovial, la atrofia debida al desuso, la esclerosis del hueso subarticular, y la aparición de pequeños quistes situados en zonas donde el hueso no se encuentra engrosado por acumulación de líquido sinovial.29
Dentro de las pruebas clínicas que nos permiten diagnosticar la enfermedad reumática de la artrosis, es importante destacar la radiografía como el “Gold standard”. No obstante, también son utilizadas para descartar otras patologías asociadas la ecografía o la resonancia magnénica, realizándose en ocasiones pruebas de laboratorio.30
En cuanto a los signos radiológicos que nos permiten identificar dicha patología, cabe destacar: disminución del espacio articular, formación de osteofitos, aparición de quistes artrósicos y geodas, engrosamiento de la cortical, deformaciones, y cambios progresivos en el aspectos de la morfología de la articulación.1,2
Las recomendaciones recientes para el tratamiento de la artrosis sugiere la necesidad de realizar ejercicio y actividad física en combinación con la educación del paciente, como primera línea de tratamiento en este tipo de patología. Por tanto, el tratamiento estará centrado en restablecer la función articular, aliviar las molestias, evitar la progresión y mejorar la calidad de vida del paciente.31
Este tratamiento se centra en modificar las actividades de la vida diaria de los pacientes con artrosis así como el ámbito laboral. Además, se concienciará de la exposición prolongada a actividades o movimientos que aceleren la enfermedad.31
Asimismo, hay una fuerte evidencia que apoya la fisioterapia como tratamiento beneficioso para estos pacientes. A través de los ejercicios isométricos e isocinéticos, se fortalece la musculatura adyacente a la articulación lesionada. Por otro lado, se ha visto que las técnicas de masoterapia y las movilizaciones pasivas y activas, evitan el deterioro del rango articular, que en combinación con la electroterapia y los baños de parafina, permiten disminuir el dolor con un efecto analgésico mejorando al mismo tiempo la inflamación con la que cursan la mayoría de los pacientes. No obstante, es fundamental el reposo cada 4h-6h aproximadamente al día, para permitir la rehidratación del cartílago. Sin embargo, debe tenerse en cuenta el tratamiento médico basado en la prescripción de analgésicos y antiinflamatorios (AINES), los cuales permiten la reducción del dolor, a pesar de tratarse de un proceso degenerativo y no inflamatorio, como es el caso de la artritis.32,33
La administración quirúrgica se reserva para aquellos que no mejoran con el comportamiento y la terapia farmacológica, además de tener un dolor intratable, así como pérdida de la función.31
Dentro de las opciones que nos ofrece la cirugía, cabe resaltar el desbridamiento articular (extirpación de osteofitos, zonas lesionadas del cartílago, lavado de partículas libres, tejido muerto), la artrodesis (fijación de la articulación en su posición funcional), las osteotomías (cortes de hueso), la artroplastia de resección y de sustitución (cuando fallan otros tratamientos, se reemplazan las partes dañadas de la articulación) y los injertos de cartílago y cultivos de condrocitos.31
Post de nuestra colaboradora Cristina Sáenz Jiménez ( twitter: @csaeji)
1 Comment
─Muy completo artículo, excelente.
Agregaría a título personal un ‘elemento’ para el tratamiento de la artrosis (no es considerado medicamento, sino «alimento» y de venta libre, y sin contraindicaciones) y lo hago por haber obtenido yo MUY BUENOS RESULTADOS, tanto como otros amigos y colegas ciclistas, algunos de los cuales son Médicos, uno de ellos además Biólogo, y todos consumimos Glucosamina + Condroitín Sulfato (1.500 mg y 1200 por día, o algo más). Como por la actividad nuestra artrosis se debe a traumatismos, incluso nuestros traumatólogos lo recomendaron por información estadística de sus pacientes en porcentaje significativo. También recomiendan consumir colágeno. Considero que salvo en casos severos o complicados el elemento puede funcionar en todo tipo de causales de artrosis. Pero dejo a su consideración la opinión profesional que estimen corresponda.
Me gustaría obtener algún tipo de respuesta a mis comentarios, ya que hice varios y me serían de utilidad. (Si la respuesta fuese en la página por favor avisando a mi correo electrónico, o directamente a este.
Desde ya muchas gracias.
Gerardo Chiarella.